Alberto Cornejo Madrid | viernes, 20 de diciembre de 2019 h |

“La financiación en I+D+i retrocede a niveles de hace 15 años”. “España sigue sin frenar la fuga de cerebros”. “La ciencia se desangra por déficit de financiación” . “Sólo el 10 por ciento de investigadores españoles que trabajan en el extranjero creen que tienen opciones de volver”. “Uno de cada cuatro euros invertidos en I+D se destina a gasto militar, más que la investigación científica y sanitaria juntas”. Acojoneibol.

Todo lo anterior son titulares reales que no hacen ninguna gracia. Sin embargo, siempre es posible hacer de la necesidad virtud. O humor, en este caso. Ahora bien, no es un reto al alcance de todos. Quizá solo posible para un genio del arte gráfico como era (es) Antonio Fraguas Forges. Una exposición temporal que acoge el edificio central de su sede en Madrid (c/ Serrano, 117) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) así lo atestigua.

“La ciencia según Forges” puede visitarse hasta, sactamente, el próximo 31 de enero. La muestra —enmarcada en el 80 aniversario del CSIC— recoge 66 viñetas de temática científica y tecnológica que el humorista gráfico publicó en El País entre 1995 y 2018.

“Forges tenía un fuerte compromiso social. Muchos de sus trabajos siguen de actualidad. Era nuestro aliado perfecto”, recordó Rosa Menéndez, presidenta del CSIC, en el acto de inauguración. “Le debíamos un homenaje desde el ámbito de la investigación; siempre mostró una fuerte sensibilidad con la ciencia”, explicó por su parte Fernando del Blanco, comisario de la exposición.

Y la viuda del dibujante, Pilar Garrido, añadía que “Antonio veía los problemas de las personas y era el hilo conductor de estos problemas para que todos tomásemos conciencia”.

En definitiva, esperemos que este particular legado en el ámbito científico que dejó Forges sirva para remover conciencias —y estrategias— a fin de que en un futuro no haya que llevarse las manos a la cabeza como hacía un niño en un histórico anuncio de televisión al olvidarse el desayuno y lamentar “¡gensanta, la ciencia!”