l Un estudio español concluye que el resultado de esta prueba es irrelevante en la mayoría de dolencias de la espalda y su uso, por tanto, debería ser excepcional
| 2010-03-18T19:17:00+01:00 h |

E. Sainz Corada

Madrid

La resonancia magnética (RM) lumbar sólo debería realizarse en casos excepcionales y no como se emplea en la actualidad pues, según un estudio realizado por la Red de Investigadores en Dolencias de la Espalda (Reide), esta prueba sólo es “moderadamente fiable” en el diagnóstico de la mayoría de alteraciones de la columna.

El trabajo, que acaba de ser publicado en la revista Radiology, concluye que en los pacientes con dolencias de la espalda —incluyendo aquellos con protusiones o hernia discal— el resultado de la resonancia es irrelevante, y que lo importante es la concordancia entre esa imagen y los síntomas y signos del paciente. “Por tanto, sólo tiene sentido realizarla cuando los síntomas y signos también lo aconsejan”, asegura Francisco Kovacs, coautor del estudio y director de la Reide.

Es más, estas conclusiones refuerzan investigaciones previas según las cuales sólo debería prescribirse esta prueba a los pacientes con dolencias de la espalda en dos supuestos: cuando los síntomas y los signos recogidos en una exploración física sugieren que el dolor puede deberse a enfermedades sistémicas (como tumores) o cuando estos síntomas y signos ya han llevado a la decisión de operar y el cirujano necesita planificar la intervención.

El objetivo del estudio fue determinar la fiabilidad de la interpretación de las imágenes obtenidas mediante RM cerrada (de 1,5 Teslas) y sus resultados han demostrado que la fiabilidad con que esta prueba permite diagnosticar la mayoría de alteraciones de la columna vertebral (como los signos de degeneración discal, la fisura, la protusión o la hernia, o los nódulos de Schmorl) sólo es moderada, y que esa fiabilidad es todavía menor para otras alteraciones (como los osteofitos).

Para ello cinco radiólogos de distintos hospitales de Valencia y Mallorca interpretaron por separado las mismas imágenes de 53 pacientes a los que se les había pedido una RM por dolor lumbar. “Para asegurar la independencia de sus análisis, desconocían el resultado de las interpretaciones de sus colegas y las características de los pacientes. Pasados 14 días, se les pidió que volvieran a interpretar las mismas imágenes, sin permitirles consultar las que habían hecho en la primera ronda”, explica Javier Zamora, de la Unidad de Bioestadística Clínica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Sus resultados demuestran que el grado de concordancia entre distintos radiólogos al interpretar las mismas imágenes sólo es moderado (incluso para los diagnósticos de protrusión o hernia discal). Por tanto, la RM no puede ser considerada el factor determinante para diagnosticar a un paciente, pronosticar su evolución o decidir si tiene que ser intervenido quirúrgicamente o no.

Idolatría por la imagen

“La resonancia no garantiza un diagnóstico certero”, asevera Kovacs. Y no sólo eso, sino que realizar una lumbar cuando no está indicada no sólo no ayuda al paciente sino que resulta contraproducente pues le suscita preocupación innecesaria y aumenta el riesgo de que se alcancen diagnósticos erróneos y se apliquen, por tanto, tratamientos inapropiados e innecesariamente agresivos. “Por ejemplo, el hecho de hacer una RM aumenta un 400 por ciento el riesgo de terminar siendo operado, esté indicado o no”, continúa.

“Los datos disponibles reflejan que todas las resonancias prescritas en la sanidad pública, sólo se indica el motivo por el que se pide en el 38 por ciento de ellas. Y de aquellas en las que se indica el motivo, se considera que éste es inapropiado en entre un tercio y dos tercios de ellas”, afirma Estanislao Arana, radiólogo del Servicio de Radiología de la Clínica Quirón de Valencia y primer autor del artículo. Esto significa que en nuestro país se podrían estar realizando innecesariamente entre 120.000 hasta 630.000 resonancias lumbares cada año.

Para prevenir esta situación los expertos recomendaron programas de formación médica continuada y otros que aseguren la aplicación de los resultados de estudios como el presentado; mecanismos de autorregulación; así como una nueva visión de la ética profesional, además de más tiempo para atender al paciente.