| jueves, 07 de marzo de 2013 h |

La estimulación profunda del cebrebro (DBS) podría ser eficaz en el tratamiento de pacientes con anorexia severa que no han respondido a otros tratamientos. Al menos así se desprende de un estudio del Centro de Neurociencia y de la Red Universitaria de Salud Krembil, en Canadá, publicado en “Lancet” y que muestra que la implantación de un dispositivo similar a un marcapasos en el cerebro ofrece mejoras en el estado de ánimo y en el Índice de Masa Corporal (IMC) en la mitad de los pacientes. Esta técnica de estimulación profunda del cerebro se utiliza actualmente para el tratamiento de varios trastornos neurológicos como la enfermedad de Parkinson o el dolor crónico y se estudia su utilización en depresión y epilepsia, siendo ésta la primera vez que se ha utilizado para tratar a pacientes con anorexia grave que no han respondido a otros tratamientos. Aunque el tratamiento requiere cirugía, es mínimamente invasiva y completamente reversible.

Para llevar a cabo el estudio, y una vez que se identificó el área objetivo, se implantaron los electrodos y se conectaron a un generador de impulsos, que se pone bajo la piel. El dispositivo se activó diez días después de haber sido colocado y los científicos mideron cuidadosamente los cambios agudos en el estado de ánimo de los pacientes y los niveles de ansiedad para determinar el nivel correcto de estimulación. En el momento de la cirugía, las pacientes femeninas tenían entre 24 y 57 años y habían estado sufriendo de anorexia entre cuatro y 37 años. Aunque el estudio piloto fue pensado principalmente para evaluar la seguridad del procedimiento en este grupo de pacientes, los investigadores también registraron cambios en el estado de ánimo de los participantes, el comportamiento compulsivo y los patrones de alimentación anormales, todos ellos medidos mediante pruebas estandarizadas.

En cuanto a la seguridad de este tratamiento, solo un paciente experimentó un evento adverso grave tras el tratamiento, un ataque que tuvo lugar cerca de dos semanas después de la operación inicial y que estaba relacionado con un trastorno metabólico que el paciente sufría como consecuencia de su anorexia. Además, en las semanas previas a la cirugía, cinco de los seis pacientes habían asistido recientemente a un tratamiento hospitalario, lo que había dado lugar a algún aumento de peso. Después de dos meses, los seis pacientes habían perdido peso, volviendo a su base habitual, en línea con las expectativas de los investigadores, ya que en los estudios de estimulación cerebral profunda para pacientes con depresión por lo general se ha observado un período de latencia de unos pocos meses antes de que el tratamiento se haga efectivo.

Sin embargo, tres meses después del tratamiento, este modelo comenzó a revertirse, con cinco de los seis pacientes estabilizados o con aumento de peso, en relación a los dos meses después de la operación. Después de nueve meses, tres pacientes mantuvieron un mayor peso que antes del inicio del tratamiento, el período más largo de aumento sostenido de peso que ninguno de ellos había logrado desde el inicio de la enfermedad. Alrededor de la mitad de los pacientes también registraron mejoras en su estado de ánimo o redujeron su comportamiento obsesivo-compulsivo. Según el doctor Andrés Lozano, neurocirujano y uno de los principales investigadores, los resultados son particularmente alentadores. “La pérdida de peso inicial es un efecto primario de la estimulación cerebral profunda en el hambre, el apetito, o la tasa metabólica”, subraya. Asimismo, Lozano también destaca las mejoras en el estado de ánimo y la ansiedad en los pacientes que todavía tenían bajo peso es “especialmente sorprendente”.