BARTOLOMÉ BELTRÁN,
Jefe de los servicios
médicos de A3media
| viernes, 22 de enero de 2016 h |

El tiempo y lo que consume
de recursos un niño es tres veces y media más que lo
que consume un adulto

La esencia del trabajo de cualquier médico son los pacientes. En el caso del Dr. Federico Gutiérrez-Larraya, jefe de Cardiología Pediátrica del Hospital Universitario La Paz de Madrid, son los más pequeños. El Dr. Gutiérrez-Larraya trabaja junto a otros doce médicos, cuarenta enfermeras, y entre seis y doce residentes atienden a diez mil pacientes y realizan cuatrocientas intervenciones al año. Teniendo en cuenta que el tiempo y lo que consume en cuanto a recursos un niño es tres veces y media más que lo que gasta un adulto, estarían haciendo lo que serían mil cuatrocientas intervenciones.

“Tenemos reuniones muy temprano para programar el día. A las ocho de la mañana ya estamos calentando la sala de cateterismo, se está preparando la enfermería, la anestesia, etc. y trabajamos duro hasta mediodía, paramos, revisamos todo lo que hemos hecho, reflexionamos, y por la tarde seguimos igual”, explica.

La mayor parte de los enfermos que tratan presentan patologías relacionadas con problemas de agujeros dentro del corazón, es decir, agujeros que están en distintos sitios, entre distintas cavidades o incluso dentro de las arterias. Esto es una buena noticia, porque estas lesiones se pueden curar. Se trata de niños y niñas que tienen corazones con cuatro cavidades y cuatro válvulas. Según detalla el Dr. Gutiérrez-Larraya, “las más frecuentes son las comunicaciones entre aurículas, que no se presentan en las primeras etapas de la vida sino que lo hacen más adelante, y las podemos cerrar de forma eficiente, dejando corazones normales. Después estarían aquellas comunicaciones entre los ventrículos, que son más tediosas. Ahí tenemos una serie de mecanismos para prever en cuáles no debemos hacer nada y en cuáles debemos actuar. Las actuaciones también son muy favorables porque dejamos nuevamente corazones normales. Por otro lado, están las comunicaciones entre las distintas arterias (aorta y pulmonar). Éstas dan la lata enseguida y tenemos que actuar con celeridad para que no se conviertan en enfermedades del corazón y de pulmón, que es lo peligroso.

Todas estas enfermedades se pueden tratar por cateterismo, es decir, sin recurrir al bisturí y por tanto sin que se les abra el pecho, lo que implica que el riesgo para el paciente es relativamente muy bajo y sus molestias por lo general mínimas. Además, los beneficios derivados de la información que proporciona son muy altos.

A los padres les suelen preocupar ciertas cuestiones. Deben saber que normalmente la pérdida total de sangre es muy pequeña y que por lo tanto, no suele ser necesario transfundir sangre. Es previsible que su hijo permanezca ingresado las primeras veinticuatro horas tras el cateterismo. Así como tras el alta es recomendable reposo relativo en domicilio al menos otro día más. El niño se reincorporará a su vida normal transcurridas estas primeras cuarenta y ocho horas. Si se ha implantado un dispositivo intracardíaco, se deben evitar actividades físicas intensas y deportes de contacto en los siguientes treinta días.

Cabe destacar que fue en el año 1929 cuando el Dr. Werner Forssman realizó la primera cateterización cardíaca humana, documentada en Eberswald, Alemania. Y son Cournad y Richards quienes emplean por primera vez el catéter cardíaco como herramienta de diagnóstico en 1941, utilizando las técnicas de catéter para medir los impulsos cardíacos. Precisamente, estos tres doctores, Forssman, Cournad y Richards comparten el Premio Nobel.