El arsenal terapéutico en oncología ofrece numerosas alternativas que no siempre tienen en cuenta el impacto sobre variables que son fundamentales para el paciente, como la supervivencia o la calidad de vida. En Europa, por ejemplo, no se requiere la evaluación de este último indicador en la aprobación de los fármacos oncológicos.

De hecho, en la práctica solo un 51 por ciento de los medicamentos aprobados ofrecieron una mejora significativa en ambas variables.

El debate sobre los criterios que se han de tener en cuenta en la evaluación y posicionamiento de estos medicamentos forma parte del día a día de los especialistas.

Tratando de dar respuesta a esta pregunta, un total de nueve oncólogos, liderados por Carlos Camps, director de Programas Científicos de la Fundación ECO y Jefe del Servicio de Oncología del Hospital General Universitario de Valencia ,y el director de la revista EDS, Xavier Badía, han desarrollado un marco de referencia para un análisis de decisión multicriterio que publica JCO Oncology Practice.

Se trata de una iniciativa de la Fundación ECO en el marco del proyecto Oncovalor, que aúna los esfuerzos de la entidad con los de la publicación especializada para promover en nuestro país la cultura del valor de los fármacos y del beneficio clínico.

En un escenario en el que existen distintos modelos para la evaluación de fármacos, los autores han diseñado una fórmula específica que combina aspectos que no contemplan otras herramientas alternativas, como la calidad de vida o las necesidades insatisfechas.

Más allá del coste beneficio

Para ello, los especialistas analizaron una lista de 15 criterios, que finalmente quedaron resumidos en ocho. Estos criterios son la gravedad de la enfermedad, necesidades insatisfechas, eficacia comparativa, comparativa de seguridad/tolerabilidad, intención de tratamiento, comparativa de costes de tratamiento, comparativa con otros costes médicos y calidad de la evidencia.

Carlos Camps explica a GM que esta herramienta pretende ayudar a los profesionales “a tener una visión más amplia y abrir la mente para evitar centrar la discusión en términos de un cociente como es el coste y el beneficio”.

No pretende comparar un fármaco con otro, pero sí definir el valor específico de cada fármaco y ver en qué apartados cada uno de ellos es mejor, pero sin comparar”, añade.

El experto hace hincapié en que aspectos como la calidad de vida son muy importantes en el terreno de la oncología. “Cuando los tratamientos no consiguen el objetivo de la curación las pequeñas diferencias que haya en supervivencias deben ser matizadas por esta”, remarca.

Asimismo, explica que su intención es proporcionar esta visión y ofrecer una herramienta informativa para ayudar a los profesionales en la toma de decisiones. “Es una herramienta pretende ser una ayuda más a los especialistas, a la Administración y a todos los agentes que participan en estos procesos”, concluye.

Dos experiencias piloto

El marco desarrollado ha sido validado con el estudio de dos fármacos oncológicos. Por un lado, abemaciclib, para el tratamiento de mujeres con cáncer de mama localmente avanzado o metastásico, positivo para el receptor hormonal (HR) y negativo para el receptor 2 del factor de crecimiento epidérmico humano (HER2). Por otro, TAS-102 en cáncer colorrectal metastásico. Dos experiencias piloto, recuerda Camps, que añade que este esquema se puede aplicar a cualquier medicamento e incluso a cualquier técnica.

Se asignó diferente puntuación a cada criterio y se empleó la puntuación final para promover un debate sobre el valor de cada uno de estos medicamentos en la práctica clínica.

Como conclusión principal, los autores encontraron que evaluar qué criterios contribuyeron en mayor medida a la puntuación final puede ser más valioso que la puntuación en sí, y observaron que resultó de gran utilidad a la hora de decidir sobre el posicionamiento de cada fármaco, tal y como destacan en el artículo.

Un análisis objetivo y estructurado

De cara a su futura utilidad clínica, la herramienta permitirá que los oncólogos valoren la contribución individual de estos criterios en la evaluación de un fármaco de manera objetiva, estructurada y sistemática, lo que les permitirá posicionar estos fármacos de forma adecuada.

En cualquier caso, los autores subrayan que es preciso realizar un trabajo adicional para desarrollar un manual para la toma de decisiones en la práctica clínica.