Según el último informe Cifras del Cáncer en España 2020, que acaba de presentar la Sociedad Española de Oncología Médica, se calcula que en nuestro país se diagnosticarán 6.590 casos de cáncer de hígado en 2021. El mismo documento avala que la prevalencia en 2020 entre los hombres se situó en 11.347 casos, mientras afectó a un total de 2.982 mujeres.

Asimismo, el informe indica que a escala mundial, el cáncer hepático, del que entre un 80 y un 90 por ciento de los casos corresponden a hepatocarcinoma o carcinoma hepatocelular, ocupa el tercer lugar en cuanto a fallecimientos por cáncer, solo detrás del cáncer de pulmón y el colorrectal.

Según la encuesta, en terapia sistémica para estadio avanzado fue donde menos problemas se detectaron en la primera ola”

Beatriz Mínguez, hepatóloga del Hospital Vall d’Hebron

Estas cifras permiten dimensionar el calado de una patología que, como buena parte de las enfermedades no COVID, han visto como su abordaje tradicional tenía que adaptarse a las exigencias de una pandemia en un contexto totalmente nuevo, especialmente en la primera oleada del mes de marzo.

Para conocer cómo se ha transformado y las perspectivas de futuro, tres expertos ofrecieron su visión en un café de redacción virtual sobre “El manejo del paciente con hepatocarcinoma en la era de la telemedicina”, celebrado con la colaboración de Bayer. Participaron Beatriz Mínguez, hepatóloga del Hospital Vall d´Hebron; Raúl Andrade, presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado, y Paloma Casado, subdirectora General de Humanización de la Asistencia, Bioética e Información y Atención al Paciente de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid.

Individualizar, la clave

En carcinoma hepatocelular, el tratamiento individualizado resulta absolutamente clave. No en vano, además de tener en cuenta el tamaño y la extensión del tumor, es imprescindible valorar el estado funcional del hígado de la persona enferma

Esa necesidad de una aproximación individualizada se ha hecho también evidente a la hora de aplicar las herramientas de telemedicina y teleasistencia, en auge por necesidad durante la pandemia, a este tipo de enfermos, tal y como se puso de manifiesto en el foro de expertos.

Beatriz Mínguez explicó la manera en la que ha repercutido en estos pacientes la llegada de la COVID-19. “Sobre todo con la irrupción de la primera ola, porque luego aprendimos a convivir con ello, la situación afectó a los pacientes con cáncer que, además, son más vulnerables”, indicó. Mínguez citó los datos de una encuesta internacional sobre el manejo de paciente con cáncer hepático en la primera ola de esta pandemia, cuyos resultados están en curso de publicación. “Alrededor del 80 por ciento de los centros participantes había modificado su práctica clínica, sobre todo en screening, diagnósticos, trasplantes, etc. Quizá donde menos problemas se detectaron fue en terapia sistémica. En parte explicable por la prioridad al estadio avanzado de la enfermedad y también porque muchos de estos pacientes estaban en tratamiento con medicamentos orales”, confirmó.

En la misma línea, Raúl Andrade subrayó que ha habido grandes diferencias entre la primera ola de COVID y el resto. “La primera nos pilló desprevenidos, fue traumático para pacientes y médicos”, remarcó. “Los pacientes dejaron de venir al hospital, unos pacientes que son muy dependientes tanto para el cribado como para algunos tratamientos, como radioterapia, que hoy cuentan con protocolos de prácticas seguras”, expuso.

La sensación de los expertos es que se ha conseguido recuperar a quienes inicialmente no pudieron ser diagnosticados. Eso sí, podrían haberse llegado a diagnosticar con más retraso del deseable, aunque no hay datos todavía que permitan evaluar el impacto real, detalla la especialista del Vall d´Hebron.

En este sentido, Raúl Andrade remarca que son impresiones de los profesionales. “Realmente datos sólidos sobre el impacto aún no los tenemos. Se empiezan a publicar ahora los de la primera ola”, aseguró.

”La primera ola fue traumática para pacientes y también para profesionales”

Raúl Andrade, presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado

Para afrontar el primer envite de la pandemia, los profesionales tuvieron que aplicar lo que Raúl Andrade calificó como una “telemedicina de guerra”. En lugar de ésta, el presidente de la AEEH abogó por plantear una “telemedicina de futuro” que aporte lo mejor de ésta y no quite peso a la consulta presencial. En su opinión, las llamadas telefónicas no son satisfactorias ni para pacientes ni para profesionales. Aunque nada sustituye a la relación médico-paciente, sí defendió que las videoconsultas ofrecen un contacto e información más similares a la consulta presencial.

Humanización

Desde el ámbito de la gestión, y en primera línea con el paciente, Paloma Casado subrayó que tras esta crisis “la telemedicina ha venido para quedarse”. En cualquier caso, abogó por el término “teleasistencia sanitaria”, que integra más elementos. Su experiencia es que los pacientes han planteado necesidades “más vinculadas al ámbito de la humanización pero especialmente relacionadas con la comunicación.” “Tenían miedo e incertidumbre. Les daba miedo que no les vieran, pero también acudir al hospital”, explicó.

Según su visión, “la teleasistencia tiene grandes ventajas, relacionadas con la accesibilidad del servicio. La dificultad, desde el punto de vista de la humanización, es que hay que utilizar otras estrategias para que la comunicación sea eficaz”. “La comunicación implica cercanía, tacto, calidad y calidez y a través de la pantalla resulta más complicado, junto a otros problemas como la brecha tecnológica”, sentenció.

”En teleasistencia hay que utilizar otras estrategias para conseguir que la comunicación sea eficaz”

Paloma Casado, subdirectora de Humanización de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid

Sobre este punto, Casado abogó por valorar la fórmula de teleasistencia que encaje mejor con este tipo de patología y con cada paciente. “Hay que saber elegir qué tipo de técnica se utiliza para cada paciente y valorar que la tranquilidad que ofrece el profesional al hablar con él suple en parte otras carencias que puedan existir”, concluyó.

En cualquier caso, los expertos no creen que estos meses se hayan detectado nuevas necesidades en pacientes con hepatocarcinoma. Mínguez apuntó que “en esta situación a la que nos hemos tenido que adaptar sobre la marcha, ha quedado más de manifiesto algo de todos conocido, que los pacientes con cáncer hepático en diferentes estadios no tienen las mismas necesidades. En este sentido, un paciente en estadio inicial, que se ha operado, no tiene enfermedad y está en seguimiento radiológico, ha podido adaptarse mejor a la telemedicina “improvisada”, que un paciente que está en un estadio avanzado, con terapia sistémica y posibles síntomas o efectos secundarios de la medicación, que requieren de una presencia más intensa y más constante”.

Otro punto de análisis fue el impacto de la pandemia en el acceso a los tratamientos y a la innovación. En este sentido Mínguez admitió que en la primera ola la inclusión en ensayos clínicos se interrumpió temporalmente porque no había espacios seguros, “además de la dificultad de visitar en espacios libres de COVID, la infraestructura de los ensayos, monitorización y demás, llevó a los promotores a interrumpir la actividad. En este momento, sí cree que se ha aprendido a convivir con el virus. “Se está reclutando para los ensayos e incluso algunos se han iniciado ahora. Con dificultades y el esfuerzo de todos, pero la situación no tiene nada que ver con el principio”, expuso.

Por su parte, Raúl Andrade destacó que en este momento mismo las CRO han adaptado sus protocolos para hacer, por ejemplo, monitorizaciones en remoto. “Todo el mundo ha desarrollado sus planes de contingencia y se está poniendo en práctica”, concluyó.