Un año para priorizar la sanidad

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Por Esther Carmona, portavoz de Sanidad del Grupo Parlamentario Socialista en el Senado.

El SARS-CoV-2 (nuevo beta-coronavirus) irrumpió de forma vertiginosa en enero de 2020, en la ciudad china de Wuhan (provincia de Hubei), provocando la mayor crisis sanitaria de los últimos 100 años. La pandemia llegó pronto también a nuestro país y modificó absolutamente nuestra vida.

Hemos ido aprendiendo a lo largo de este año cómo convivir con la COVID-19. Una pandemia que nos ha dirigido “a su manera” a valorar más aún, si cabe, el poder gozar de una buena SALUD.

Además, esta crisis sanitaria, ha puesto de manifiesto la importancia de la coordinación de las Administraciones Públicas con las Comunidades Autónomas, impulsando, tal y como subrayaba el propio Ministerio de Sanidad de España, el liderazgo de las mismas, con el refuerzo del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud.

Esta pandemia ha modificado infinidad de escenarios, entre ellos, las dinámicas sociales y sanitarias habituales. Por ejemplo, la relación médico-paciente y enfermería-paciente se ha visto obligada a “distanciarse” convirtiendo la consulta telefónica en protagonista. Pero no debemos olvidar ese estrecho y afectivo vínculo que nos une; el del profesional sanitario con el paciente. Tampoco debemos olvidar la necesidad de continuar procurando el bienestar de los pacientes y fomentando su empoderamiento. Ni, por supuesto, debemos desatender las necesidades de los profesionales, sin olvidar las psicoafectivas.

Según recientes estudios realizados a través de encuestas en torno a un 45 por ciento de los sanitarios, después de la primera ola, presentaron algún trastorno psicológico-psiquiátrico. Entre ellos, estrés postraumático, síndrome ansioso-depresivo y ataques de pánico. Incluso un 3,5 por ciento de los sanitarios tuvieron ideación autolítica. De éstos, un 80 por ciento habían prestado atención directa a pacientes COVID. Una atención desarrollada en los planes y estrategias de salud mental será crucial en el futuro inmediato.

Nos consta que los y las profesionales de la Sanidad, y de otros tantos servicios, han ofrecido un compromiso de excelencia, una absoluta entrega y una solidaridad máxima. Y, como dije en una de mis intervenciones en la Cámara Alta, han expuesto su propia salud para salvar la de todos. Así pues, deseo aprovechar este espacio, como no, para elogiar su encomiable labor y reiterarles un profundo agradecimiento.

Esta crisis ha puesto de manifiesto la importancia de la coordinación de las administraciones públicas con las CC.AA, con el liderazgo del Ministerio de Sanidad y el refuerzo del Consejo Interterritorial del SNS

Al mismo tiempo, y practicando la resiliencia, vamos aprendiendo lecciones en el día a día y extrayendo conclusiones positivas en este contexto pandémico, como son:

  • A destacar la fortaleza de nuestro Sistema Nacional de Salud y el conjunto de todos sus recursos humanos, capaces de ofrecer respuesta, aunque sometidos a una tensión máxima y sostenida en el tiempo. Por esto mismo, se hace necesaria su reconversión en un modelo más robusto y flexible, dejando atrás sus debilidades, como consecuencia de años de recorte y falta de planificación por anteriores Gobiernos conservadores.
  • A resaltar con satisfacción la aprobación, por primera vez en dos años, de unos Presupuestos Generales del Estado (PGE), presentados por nuestro Gobierno. Estos presupuestos inyectarán 1.088,86 millones de euros al Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria.

Unos PGE en los que se contempla la mayor dotación de políticas públicas relacionadas con la salud de toda nuestra historia. Como propósito, el de cuidar de la ciudadanía combatiendo los efectos de la crisis pandémica, protegiendo el Estado de Bienestar y viéndose multiplicada la inversión más de diez veces (de 327 millones de euros a 3.421 millones de euros).

Para ello, se cuenta con tres grandes ejes: Medidas contundentes para controlar la pandemia COVID-19. Reforzar la estructura del Sistema Nacional de Salud ante futuros desafíos. Un modelo sanitario basado en la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud, con criterios de cohesión, equidad y de calidad.

Y también se cuenta con claras líneas estratégicas: fortalecer la Salud Pública con la creación de un nuevo Centro Estatal de Salud Pública (5 millones de euros de dotación) y la compra de vacunas para la COVID-19 (con 1.000 millones de euros). Fortalecer del Sistema Sanitario Público, invirtiendo 1.000 millones de euros para Atención Primaria más de 48 millones de euros para Salud bucodental. Favorecer políticas de cohesión y equidad con casi 67 millones de euros y la universalidad, con más de 257 millones para eliminar copagos. Apostar por la Transformación digital y la renovación tecnológica en sanidad (400 millones de euros en el Plan de renovación tecnológica sanitaria y más de 295 millones para la Estrategia digital del SNS).

En todos sus aspectos, el protagonista principal del año 2020 fue el SARS-CoV-2. Pero permítanme eclipsar dicho protagonismo con la mención de una esperanza con mayúsculas: LA VACUNA CONTRA LA COVID-19.

Su descubrimiento se ha convertido en un hito mundial, pues nunca antes se habían ensayado y producido de forma tan rápida, tal número de vacunas; en meses se ha logrado lo que tardaba de 10 a 12 años desarrollar. Para hacerlo se ha contando con una colaboración internacional fluida y estrecha en la batalla contra un enemigo mundial común y microscópico.