Alberto Cornejo Madrid | miércoles, 28 de septiembre de 2016 h |

Si un diccionario incluyese el término “coherencia sanitaria” bien podría plasmar las siguientes acepciones: “dícese de la necesidad de llevar a cabo un planteamiento global de la Sanidad que deje atrás los compartimentos estancos y apueste por la colaboración multidisciplinar”. O esta otra: “dícese de la necesidad de evitar que la farmacia comunitaria sea un satélite, aislado, del sistema sanitario”. Habría más, pero en todas aquellas que apelen a esa “coherencia sanitaria”, ahí debe estar la farmacia, como así ha abogado Carmen Peña, presidenta de la Federación Internacional Farmacéutica (FIP) durante su intervención en una conferencia que, bajo el título “El farmacéutico como agente de salud”, se ha celebrado este 27 de septiembre en la Real Academia Nacional de Farmacia (Madrid).

La máxima representante de la farmacia a nivel mundial ha insistido en que el cambio de paradigma del paciente —de agudo a eminentemente crónico— “exige eliminar entre lo social y lo sanitario; no puede haber un abismo entre ambas políticas”. Ello invita, a juicio de Peña, “a desarrollar una estrategia sociosanitaria” a la que “sumar” a la farmacia. Una farmacia que “está sufriendo una renovación eminentemente clínica”, estima la presidenta de la FIP.

En esta jornada organizada en la RANF, con la colaboración de MSD, Luis González, presidente del COF de Madrid, ha cuestionado si la sociedad reconoce al farmacéutico como agente de salud. “Solo el 9 por ciento de usuarios reconoce a la oficina de farmacia como un establecimiento exclusivamente sanitario”, ha manifestado apoyándose en los resultados de una reciente encuesta. En estos datos quizá tenga buena parte de culpa “la constante aplicación de decretos y reducción de márgenes que sufrimos desde 2000, y que han provocado que la necesidad de obtener beneficios económicos en estos duros años haya tergiversado un poco su carácter sanitario”. Por ello, el presidente del COF de Madrid ha abogado por el fin de medidas que solo suponen “control, control y control del gasto” y que, en los últimos años, “no han valido para nada”. Un parecer que comparte Peña: “nos tenemos que dotar de políticas farmacéuticas que no solo sean control del gasto”.


El 19 por ciento de los mayores de 65 años vive solo, y un 32 por ciento tiene estudios incompletos, lo que sitúa al farmacéutico como pieza fundamental como “informador y formador” en aras del cumplimiento terapéutico.


Ahora bien, González no duda del valor del farmacéutico como agente de salud y “educador sanitario”. “Desde la farmacia comunitaria se puede y debe informar y formar a los usuarios; son ellos mismos los que nos reclaman una mayor proactividad asistencial y colaboración con otros profesionales”, insiste. Respecto a cómo pueden contribuir los colegios farmacéuticos en el objetivo de situar —y reconocer— al boticario como agente de salud, González estima que pasa por “formación, formación y formación”.

Por su parte, Juan Tamargo, catedrático de Farmacología de la Universidad Complutense de Madrid, también apuesta porque el farmacéutico comunitario “sea el profesional de referencia para modificar los hábitos de vida y mejorar el cumplimiento terapéutico”. En concreto, apuesta por un papel principal en el control y supervisión de patologías como hipertensión arterial, asma y diabetes mellitus “sin sustituir ni enmendar la plana al médico”, ha concretado. Tamargo ha recordado que el 19 por ciento de los mayores de 65 años vive solo, a lo que se une que el 32 por ciento no tiene estudios completos y el 25 por ciento no conoce sus enfermedades. Unos porcentajes que dan más importancia a la labor a realizar desde la oficina de farmacia.