El 10 de septiembre se celebra el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, con el objetivo de reducir las tasas de este problema de salud pública que está detrás de más de 800.000 muertes al año a nivel internacional. Solo en nuestro país, más de 3.500 personas fallecen por esta causa, pérdidas que, además, generan un gran impacto a escala social y personal.

La muerte “voluntaria” de un ser querido deja en el más absoluto desconsuelo al entorno familiar, que ha de esforzarse por salir adelante a caballo entre la culpa por no haber podido prever o adelantarse a este final y una tristeza que parece imposible de superar.

Estigma y tabú

No obstante, y a pesar del tabú y el estigma que pesa sobre esta realidad social, así como sobre el conjunto de las enfermedades mentales, los especialistas no se cansan de repetir que tanto el suicidio como la depresión, que está detrás de entre el 80 y el 90 por ciento de los casos, se pueden prevenir.

No hay una fórmula mágica y única para ello. Lo han explicado a la perfección esta semana los portavoces de las sociedades científicas de Psiquiatría y Psiquiatría Biológica, y también los psiquiatras de primera fila que se han encargado de coordinar y presentar el Libro Blanco Depresión y Suicidio 2020, una obra de referencia que puede descargarse ya desde las páginas web de estas entidades.

Una vez dimensionado el problema, es improrrogable actuar con decisión, ambición y compromiso

Una treintena de expertos (psiquiatras, médicos de familia, profesionales de enfermería, psicólogos, periodistas, pacientes…) se han encargado de dibujar el mapa de la depresión y el suicidio desde diferentes perspectivas y sobre la base de la evidencia científica disponible. Aportaciones imprescindibles que permiten dimensionar el alcance de ambos problemas de salud pública y que forman parte de un análisis en profundidad que invita a pasar a la acción sin paliativos.

Más aún en un contexto como el actual, en el que la crisis sanitaria puede hacer aumentar hasta en un 20 por ciento este tipo de problemas, tal y como se puso de manifiesto durante la presentación a los medios.

Salto a la acción

Una vez dimensionados, es improrrogable actuar con decisión, ambición y compromiso. El frente ha de ser liderado por el Ministerio, con la actualización definitiva de la Estrategia Nacional de Salud Pública, que ha de garantizar la equidad y el acceso a la innovación en estas patologías. Además, más allá de un capítulo específico en suicidio, es urgente la puesta en marcha de un Plan Nacional de Prevención con indicadores para evaluar su impacto y recursos que permitan adoptar las medidas necesarias. No hay tiempo que perder, la vida de muchas personas está en juego.