El encuentro anual de la Sociedad Americana de Hematología (ASH, por sus siglas en inglés) es el reflejo de que paso a paso las diferentes especialidades médicas se van adaptando a la necesidad inaplazable de seguir avanzando en el contexto de pandemia.

Como muestra, en la edición virtual de 2020 se han consolidado con firmeza algunas de las líneas ya apuntadas en Orlando un año atrás, y los titulares sobre el avance imparable de las CAR-T se afianzan en este terreno, junto a nuevos datos de tratamientos consolidados, en monoterapia o combinación, frente a las distintas patologías.

Al margen de las novedades en su propio campo, los hematólogos americanos, al igual que en el resto del mundo, han tratado definir su espacio frente a la COVID-19. De hecho, desde la organización recuerdan que su papel es vital en el avance de la investigación en esta enfermedad, así como de cara al desarrollo de posibles tratamientos.

Varios estudios presentados en este foro internacional lo corroboran. De partida, no es nuevo que las personas con trastornos hematológicos y deficiencias inmunitarias tienen un mayor riesgo de infección por SARS-CoV-2. Recuerdan además que muchas quimioterapias, inmunoterapias o terapias celulares inhiben el sistema inmunológico y tampoco pasan por alto que la COVID-19 puede desencadenar coágulos y otras complicaciones hematológicas en algunos pacientes.

Se estudia el uso de bancos de células T en pacientes hospitalizados

Entre los trabajos presentados aquí, tres estudios muestran los diferentes enfoques planteados desde la hematología para entender mejor la nueva enfermedad.

El primero de ellos arroja luz sobre qué personas con cáncer hematológico son más vulnerables a padecer la enfermedad grave y tienen mayor mortalidad, según una herramienta de referencia pública global en curso de ASH Research Collaborative que ofrece resúmenes de datos en tiempo real para ayudar a guiar los enfoques de tratamiento.

Un segundo estudio detectó la presencia de varias variantes genéticas dañinas en pacientes hospitalizados con COVID-19 que pueden estar asociadas con una mayor susceptibilidad a la enfermedad grave por COVID-19.

En el tercero, los investigadores pudieron construir bancos de células T específicas del SARS-CoV-2 obtenidas de personas que se recuperaron del virus que ahora se están estudiando para detectar posibles efectos curativos en pacientes hospitalizados.

Una prueba más de que solo un trabajo colaborativo y multidisciplinar nos llevará cerca de la salida de esta crisis sanitaria.