Una cartera para el ministro

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No una, sino hasta tres carteras le han robado al ministro de Sanidad en su propia casa. Hubo tanto cambio de cartera en la toma de posesión del nuevo gobierno, que más que el Paseo del Prado, el ministerio parecía una estación de metro en hora punta. Hubo un insigne presidente de una todavía más insigne institución del Estado, que un buen día le dijo a un ministro de Sanidad: “no se recuerda caso de un ministro que le hayan echado por no hacer absolutamente nada”. Sin embargo, ese es un lujo que el nuevo ministro de Sanidad ya no puede permitirse. Aunque le hayan despejado literalmente a córner, al despacho del secretario general en la esquina del ministerio, ha conseguido lo que todo ministro de Sanidad genuino hubiese deseado: ser ministro sólo de Sanidad. Por eso ya no tiene excusa para no dedicarse a resolver los problemas endémicos que la sanidad tiene. Y son muchos.

A cualquier ministro hay que juzgarle por lo que haga, no por lo que parece que hace, y mucho menos por lo que se presume que puede o no puede hacer. Por eso habrá que esperar. No mucho, porque a la Administración hay que venir aprendido, y porque este Gobierno lleva ya más de año y medio funcionando. Si hay que esperar un poco es porque, dado que no se le conoce idea sanitaria preconcebida, el nuevo titular de la cartera debe analizar y ser crítico con lo que su equipo le plantee. Debe saber el ministro, que en sanidad hay mucho dogma, especialmente en su partido. Se toman decisiones no basadas en hechos objetivos, sino en viejas creencias, con lo popular y apreciada que es la medicina basada en la evidencia en el sector… No solo debe valorar las medidas que le propongan por lo que pueden solucionar, sino también por los efectos secundarios que pueden tener, y que a la larga hacen cierto el viejo aforismo de que es peor el remedio que la enfermedad.

Eso, cualquier médico, enfermero, o farmacéutico, lo conoce bien: primum non nocere et bonum facere. El argumento de “#porqueyolovalgo” corresponde a otras disciplinas. Aquí hay una sacrosanta obligación: por el paciente, todo por el paciente…, con la ayuda de los profesionales. La oposición política está para controlar al Gobierno, y eso va a hacer, mal que le pese al ministro de turno. Pero cada critica, sea de la oposición, del sector, o de quien sea, es una oportunidad para centrar la atención en algo que probablemente requiere una especial y prioritaria dedicación. Eso le permitirá cumplir con su obligación, que no es otra que solucionar los problemas de la sanidad. Para eso le han nombrado. O para eso deberían haberle nombrado. Si lo consigue, tendrá el reconocimiento de todos, porque eso sí, por sanidad pasa todo el mundo, lo quiera uno o no. Si no lo hace, lo único que tendrá, será un cuadro en algún hueco de la Sala Europa del ministerio, porque ni la Gran Cruz de Carlos III está garantizada para alguien que ha sido ministro, ni tan siquiera para alguno que ha sido un gran ministro, habiendo incluso contribuido a salvar decenas de miles de vidas.

De los 18 ministros de Sanidad que ha habido en los últimos 38 años, tan solo uno ha durado al menos los cuatro años que suele durar una legislatura, Julián García Vargas. Así que disfrute del viaje mientras dure, y no desaproveche ni un solo día para seguir mejorando lo que le han grabado en letras doradas en su cartera de ministro: nuestra Sanidad. Ni más, ni menos.