“Nuestra acción individual puede marcar la diferencia”. Una premisa que, a juicio de un grupo de expertas del Sistema Nacional de Salud (SNS), es fundamental frente a la prevención del suicidio. Para ello es necesario, “concienciarnos, informarnos, formarnos sobre las señales de alerta, mostrando empatía y cuidado a quienes se encuentran en peligro, cuestionar el estigma asociado con el suicidio y la conducta suicida y los problemas de salud mental y compartiendo nuestras propias experiencias”. Todo esto lo recoge el informe : La prevención del Suicidio en España desde un enfoque comunitario, realizado por Escuchadoras de Voces del Foro Ágora Salud, donde se pone de manifiesto la importancia de la prevención de este problema de manera transversal en todas las políticas. “La prevención del suicidio no es exclusivamente un tema sanitario y requiere un enfoque integral y comunitario con intervenciones a todos los niveles”, explica este informe.

Así, los expertos destacan que como en todos los problemas de salud es clave la modificación de los determinantes sociales incluyendo, la seguridad económica y financiera de los hogares, las políticas de estabilidad de vivienda y laboral o de desarrollo personal. “La identificación e intervención sobre grupos vulnerables, como son las mujeres víctimas de violencia o responsables de familias monomarentales en riesgo de pobreza o exclusión son mecanismos de reducción del riesgo de suicidio”. Del mismo modo, la creación de mecanismos de protección individual como la educación en resiliencia o la creación de vínculos afectivos y de comunicación en la infancia y adolescencia tanto en la familia como en la escuela son intervenciones preventivas de primer nivel.

La prevención sanitaria

Finalmente, aseguran que la prevención desde la perspectiva de sistema sanitario requiere la mejora del acceso a la atención de las personas con riesgo de suicidio.

“El sistema sanitario debe desarrollar la capacidad efectiva para la detección de señales y atención precoces, seguimiento y postvención de los casos en riesgo. Esta mejora requiere en nuestro entorno de la mejora en la coordinación entre la atención primaria de salud y el resto de los actores clínicos involucrados”.

Estas expertas indican que otros elementos en la agenda sanitaria son la sensibilización social para la reducción del estigma y permitir así la detección precoz. Esto, junto a la creación de ambientes protectores, reducir el acceso a medios letales y políticas comunitarias para la reducción del consumo excesivo de alcohol.

“Además, en la agenda debe estar presente, el fomento de la conexión social y de la participación en la comunidad, la enseñanza de destrezas de recuperación y resolución de problemas a través de programas de educación socioemocional y de destrezas de crianza y relaciones familiares. Sin olvidar, la identificación de las personas en riesgo y provisión de apoyo, capacitando al personal de primera línea y desarrollando intervenciones en crisis y tratamiento para las personas en riesgo. Y muy importante, reducir los daños y prevenir el riesgo futuro, a través de intervenciones posteriores y de mensajes seguros en relación con el suicidio”.

Del mismo modo, consideran que un aspecto de especial relevancia es la participación de personas con experiencias de suicidio en el trabajo las organizaciones que abordan la conducta suicida, tanto en la investigación, como en la evaluación e intervenciones. “Sus experiencias son de un valor incalculable para informar sobre medidas de prevención y para influir en la provisión de apoyos para personas con conductas suicidas y quienes les rodean”, remarcan.

Políticas de prevención en la Infancia y adolescencia

Las expertas ponen el foco también en los jóvenes y las personas mayores, que son las que están entre los grupos de edad con más riesgo de autolesionarse.

Como recuerdan son muchos los factores de riesgo que están asociados a la conducta suicida entre adolescentes. El factor más influyente es la depresión, seguido por el intento de suicidio previo, los abusos de sustancias y los trastornos de conducta. “Dentro de la depresión, la desesperanza es un factor asociado a la conducta suicida de manera muy potente. La impulsividad adolescente es otro factor importante, así como la existencia de intentos previos. Algunos estudios ponen de manifiesto que aproximadamente el 50 por ciento de los adolescentes que llevan a cabo un intento de suicidio serio han cometido, al menos, un intento previo”.

La conciliación, un paso más

Escuchadoras de voces explican que “no sólo los padres, toda la sociedad debe conocer la importancia y favorecer el establecimiento de relaciones vinculares de confianza y cómo nos protegen ante las dificultades de la vida. Una vez más vemos que las medidas de conciliación familiar que mejoren los vínculos protegen la vida de los menores”.

Al igual que en los adultos, dicen, generar espacios donde los menores sepan que van a ser escuchados y saber que existe alguien para quienes importan, es el principal factor protector. “Conocer y comprender qué pone en riesgo a los niños, niñas y adolescentes nos permite establecer planes de prevención y ponen en evidencia la necesidad de redes de protección”.

La multidisciplinariedad

Estas expertas consideran primordial el primer nivel asistencial. “Es indispensable conocer y trabajar con los recursos de la comunidad (servicios sociales, asociaciones ciudadanas, centros educativos…) enfocando hacia las fortalezas, hacia la mejora de los autocuidados y favoreciendo que sean co-creadores y co-gerentes de su propia salud”. Como recuerdan, desde la atención primaria se previenen los trastornos mentales y los intentos de suicidio, combinando la efectividad de las intervenciones sanitarias junto con el apoyo de la red informal, formal y comunitaria.

El ansiado plan

Las autoras de este trabajo no dejan pasar por alto la necesidad de un plan estatal de prevención del suicidio. “Actualmente no existe en España un plan estatal de prevención del suicidio y manejo de la conducta suicida como tal”, recuerdan.

Hay que tener en cuenta que en el entorno europeo, varios países han desarrollado estrategias de prevención del suicidio y planes de acción de ámbito nacional: Austria (2013), Bielorrusia (2015), Bulgaria (2013), Francia (2011; 2019), Holanda (2007), Irlanda (2015), Lituania (2016), Luxemburgo (2014), Noruega (2014), Portugal (2013), Reino Unido (2012), Suecia (1995; 2008), Suiza (2016) y Uzbekistán (2010). “Desgraciadamente, en la actualidad, España queda fuera de los 38 países del mundo que sí disponen de estrategias globales de prevención del suicidio”, lamentan.

A pesar de esto avanzan que las  ‘Recomendaciones para el tratamiento del suicidio por los medios de comunicación’ del Ministerio de Sanidad del 17 de julio de 2020 pone de manifiesto la importancia de ir avanzando en este tema. “Nos da confianza en que el objetivo de un plan de prevención está más cerca”.

En definitiva, como defienden estas expertas “el suicidio, además, estigmatiza. Quebrar el silencio, nombrar el suicidio, es un objetivo imprescindible para prevenirlo, y también para ayudar a los familiares supervivientes”.